
"Ser de centro no es soflamar comunismo o libertad, ni fascismo o libertad, es, en definitiva, apostar por salir de las trincheras mentales en las que quieren situar a los ciudadanos los viejos partidos" |
Miguel Delibes solÃa decir que "entre la izquierda y la derecha jodieron España. Entre todos la mataron y ella sola se murió". Sin duda el maestro, testigo indiscreto de los acontecimientos del siglo pasado y de los inicios del presente, verÃa con tristeza cómo hoy en dÃa su aforismo sigue estando de plena actualidad.
Un fuego cruzado sin final, que se alimenta dÃa a dÃa para no ceder terreno en las fatigadas trincheras ideológicas ganadas en la mente de los españoles. Se trata de un juego cruel, similar a las batallas de desgaste de la Primera Guerra Mundial, en las que los soldados sufrÃan el horror vacÃo de morir por conquistar un palmo de terreno. Por nada.
Y en esas seguimos hoy en dÃa. Elección tras elección. Batalla tras batalla. La nueva, la última, unas elecciones en la Comunidad de Madrid convocadas anticipadamente por la presidenta Ayuso para arañar unos cuantos votos -unos palmos de terreno- al otro bloque identitario.
Pocos han sido los intentos de consolidar una vÃa de centro, pragmática, capaz de ofrecer a la ciudadanÃa alternativas alejadas de la polarización tradicional y el frentismo ideológico. Y eso, pese a que la gran mayorÃa democrática española se autodefine como centrista y moderada.
Los intentos del partido conservador por ocupar el espacio que existe, desde un milÃmetro de su izquierda, hasta las posiciones del partido socialista, o de igual manera, las de los socialdemócratas desde un milÃmetro de su derecha hasta las de los populares, indican con certeza la existencia de esa gran mayorÃa silenciosa capaz de decantar elecciones.
Ciudadanos ha ofrecido liderar esa posición desde su nacimiento. Un punto de encuentro, un catalizador necesario, capaz de alcanzar acuerdos y consensos con esas dos Españas que a Machado le helaron el corazón.
Pero el centro no es solo el espacio del acuerdo. No es solo la utilidad del necesario consenso, o la moderación. El centro está también cargado de ideas, de valores, de sentido de Estado. Las acusaciones a la volubilidad, a tomar de izquierda o derecha las polÃticas que mejor funcionan y descartar lo malo, no son más que las etiquetas que, tanto izquierda como derecha, usan para fagocitar el espacio que tanto anhelan.
Las polÃticas de moderación fiscal, la defensa de un estado social, la idea de las necesarias reformas y la lucha contra la corrupción sobre todas las cosas, la fortaleza del Estado y la independencia de sus poderes, la educación como pilar básico para afrontar esas reformas y alcanzar el desarrollo individual y social, la tolerancia y la libertad como valores fundamentales para el progreso del ciudadano, o el reconocimiento de las mejores ideas a izquierda y derecha para lograr todas las anteriores, son parte del ‘corpus' ideológico del centro.
Pero no tomadas una a una. A la carta. Sino como un todo completo. Unos ejes que definen otra forma de hacer polÃtica, de alejarse de los populismos fáciles que exacerban lo peor de nuestra sociedad. De rechazar el atrincheramiento que tan malas experiencias ha dejado a nuestra historia y que lastran nuestro futuro.
Ser de centro es votar a favor del derecho a la eutanasia, de llegar a acuerdos de Estado, pero no de repartirse el Estado, como ha ocurrido con la televisión pública o la Judicatura. Es fomentar la conciliación y dotar de recursos a la dependencia, es tomar medidas contra la violencia machista. Es salir de las trampas de pobreza con educación y empleo y no con asistencialismo o caridad. Es reconocer la exclusión social de los peor tratados por las crisis y luchar contra la okupación con polÃticas de vivienda pública en alquiler, no con patadas en la puerta.
Ser de centro no es soflamar comunismo o libertad, ni fascismo o libertad, es, en definitiva, apostar por salir de las trincheras mentales en las que quieren situar a los ciudadanos los viejos partidos. Somos el Partido Liberal: defendemos unos impuestos bajos y una polÃtica económica abierta, sÃ, por supuesto, pero también los derechos de las personas LGTBI y la igualdad de oportunidades a través de unos servicios públicos de calidad. Porque la libertad ha de defenderse entera, y no sólo por partes, casualmente las que les interesan a quienes plantean falsos dilemas. Aquellos que desean que nadie cambie, para que todo siga igual que siempre. Aquellos que "jodieron España" y que, para arreglarla, apelan el apoyo de una sola mitad.
La polarización y los bloques pueden poner de nuevo en peligro un paÃs... o una región. Esperemos que, en esta ocasión, no se imponga en nuestra polÃtica la máxima de Tácito de que "no hay atractivo en lo seguro, en el riesgo hay esperanza".
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